(Miguel
de Unamuno; Bilbao:29/09/1864 -31/12/1936;
filósofo y escritor de la Generación del 98; Catedrático de Etica , Rector
a los 36 años de la Universidad de Salamanca y Doctor Honoris Causa de la
misma; Miembro de honor de la Tertulia del Café Novelty situado en la
“irregular pero armónica” Plaza Mayor de Salamanca.)
Hay viajes que se suman al
antiguo color de las pupilas.
Después de ver la isla de
Calipso ¿es que acaso Odiseo
volvió a mirar igual? ¿No se
fijó un color
como un extraño cúmulo de
algas
en sus pupilas viejas? Lo
mismo que en los pliegues
mínimos de la piel
se fosilizan besos y
desdenes, así los ojos filtran
esa franja turquesa del mar
que acuna islas,
medusas de amatista,
blancura de navíos.
La piel es vertedero de
memoria
lo mismo que el poema. Pero
acaso unos ojos
extrañamente verdes de
repente dibujen
empapados de luz
un boscoso archipiélago
perdido.
Aurora
Luque, (Almería 1962) es poeta, narradora y
traductora y se doctoró en Filología Clásica por la Universidad de Granada.
En Málaga, donde reside, trabajó como profesora de griego, articulista,
editora y gestora cultural, y ocupó la dirección del Centro Generación del
27 entre 2008 y 2011.
En
2005 fundó la editorial Narila y en la actualidad forma parte del grupo de
investigación "Traducción, Literatura y Sociedad" de la Universidad
de Málaga.
Su
poesía conjuga la tradición clásica con la modernidad más furiosa. En su obra
poética destacan, entre otros títulos: Orinque (2017), Haikus
de Narila. Portuaria (2017), Los limones absortos. Poemas
mediterráneos (2016), con el que obtuvo el Premio Estado
Crítico 2016.
Además,
ha sido galardonada, entre otros, con el Premio Federico García Lorca de
la Universidad de Granada (1982) por Hiperiónida, y con el Premio
Fray Luis de León por Camaradas de Ícaro.
En
2022 ha sido galardonada con el Premio Nacional de Poesía, de ella
el jurado dice: "El alto calado
lírico, emocionante, exigente, transparente, sitúa la voz inconfundible de la
autora como una de las grandes poetas de nuestro tiempo".
Se trata de una antigua, pero siempre
activa polémica, “mil” veces tratada entre los críticos y especialistas
cinematográficos, además de todos los cinéfilos y buenos aficionados a la magia
espectacular del cine. Partimos de una difícil disyunción como pregunta: ¿películas “dobladas” al idioma patrio o cintas en V.O.S. versiones originales subtituladas?
A favor de una u otra opción aparecen
postura legítimamente contrapuestas. Las argumentaciones no son en absoluto
complicadas. Entre los primeros, la principal defensa de sus preferencias
radica en el cansancio que tendrían que soportar, al tener que ir leyendo, de
continuo, los subtítulos que hacen y permiten entender la lengua o el idioma
utilizado (normalmente el inglés o el francés). Añaden, para sustentar mejor su
postura, que en no pocas películas los subtítulos no están bien grabados (en
tamaño y color) cuando aparecen en la parte inferior de la pantalla. Y
completan su razonamiento indicando (muchas veces con veracidad) que los textos
traducidos aparecen y desaparecen con tanta rapidez que materialmente no da
tiempo a completar su lectura. Todo ello lo resumen, coloquialmente, con una
frase que “lo dice todo": “yo no voy al cine
para leer”. Por supuesto, depende lo que cada uno entienda por “leer”.
Los que piensan en contrario, defienden
que siempre es mejor escuchar la voz original de los actores protagonistas, con
sus matices y giros orales, pues así se entiende mejor lo que interpretan. Resulta
más verosímil y empática su actuación cuando se aplica su propio lenguaje.
Explican que muchos doblajes resultan artificiosos, mecanicistas, faltos de
“alma” y naturalidad. En otras palabras, están deficientemente realizados,
semántica, gramatical y anímicamente. Se entiende mejor la escenificación de
los argumentos, escuchando y asimilando las voces originales y propias de los
actores. Y así continúa la polémica, de difícil solución, entre los “pro o anti”
doblajes de las películas.
Por fortuna, en cada ciudad o capital
española, suele haber alguna sala de cine que
mantiene “con firmeza” la proyección de los filmes
en V.O.S. gesto que muchos espectadores agradecen a los gestores
empresariales de esas salas cinematográficas. De esta fácil forma, nos
acostumbramos a reconocer las voces originales de los grandes actores y
actrices, evitando caer en la cómica e infantil postura de pensar o creer que los
famosos intérpretes extranjeros tienen esa voz española que siempre aparece en
sus películas, pues hay dobladores que se especializan a prestar siempre su voz
a esos famosos intérpretes. Lo cómico del caso es que, después, esos
espectadores comprueban que dos actores diferentes tienen la misma voz
“española” o aún más ridícula resulta su decepción cuando algunos de esos
actores foráneos visitan nuestro país y se expresan a través de la radio o la
televisión con su propia y lógica voz (que ahora los espectadores no entienden,
a no ser que se la traduzcan).
Este comentario viene a cuento de la
película finlandesa, cuyo visionado recomendamos para este fin de semana. Nos
estamos refiriendo a la cinta titulada FALLEN
LEAVES(hojas caídas, hojas
otoñales) producción del 2023, dirigida por el afamado AKI KAURISMAKI (Finlandia, 1957) quien también
escribe el guion. Esta bella, reflexiva película, con una gran psicología de
caracteres, recibió el premio del jurado en el pasado y prestigioso festival de
Cannes. También ha merecido numerosas nominaciones, para otros premios y
certámenes. Disponemos de la versión “dudosamente” doblada de la película.
Cuando escuchamos hablar a los dos principales protagonistas ANSA (Alma Poysti, 1981) y HOLAPPA (Jussi Vatanen, 1978) nos produce una sensación de notable
extrañeza su dicción, haciéndonos esa pregunta de “¿así de “cortante”, “seco”,
frío”, hosco, “inexpresivo”, serio, conciso, es la forma de lenguaje utilizada
en ese frío país nórdico (Finlandia), o es el estilo y la voz del actor de
doblaje que ha intervenido en la versión española? En este último caso está
“vendiendo” una austera e incluso desagradable o incómoda forma de expresión
que, en modo alguno se corresponde con la original
Se puede localizar el traíler de esta producción en You Tube que, por fortuna lo ofrecen en lengua
finlandesa. Su duración es sólo 1,28 m. y obviamente está subtitulado. Al menos
ahí podemos escuchar las verdaderas voces de Alma y Holappa, que resultan algo
más dulces, naturales y humanas, en las escasas palabras o frases que
pronuncian.
En uno y otro caso, llegamos a la
conclusión de que el carácter de los ciudadanos
finlandeses es un tanto diferente que el que hemos conocido en las personas
inglesas, francesas y, sobre todo, mediterráneas, como los italianos y los
españoles. Y dentro del ser hispano, la forma de hablar y de expresarse en
Andalucía. Tal vez esta forma de expresarse por parte del finlandés esté más
cerca de lo germánico que de las latitudes más meridionales en la esfera
terrestre.
Argumentalmente el guionista y director
nos cuenta una sencilla, hermosa y triste historia de amor entre dos seres
solitarios, muy modestos en su economía, que buscan el grato e inexcusable calor
del amor. Uno de ellos salva a su pareja de la persistente adicción al alcohol,
uniendo, finalmente sus respectivas y duras soledades en ese difícil caminar por
la infortunada e incómoda suerte que les ha correspondido, en estas sus
oportunidades vitales. Nos preguntamos, volviendo al argumento que se nos
narra, ¿Ansa y Holappa carecen totalmente de familia?
Cuando te compras el DVD de Fallen Leaves, el problema
del sonido lo tienes resuelto. El DVD te permite elegir el idioma y los subtítulos
que libremente desees. Algunas plataformas de Streaming hacen posible la opción
del idioma y los subtítulos, siempre a los asociados a la misma.
Por cierto, las versiones con sonido
original también ayudan al aprendizaje de
muchos vocablos y formas expresivas, en ese inglés universal que hoy domina la
comunicación entre los humanos. -
Hola,
me llamo Quique, acabo de cumplir los doce y os voy a contar mi último verano.
He estado como todos los años en el pueblo de mis padres que está en la Mancha,
al lado de un río de los más importantes de España. No digo el nombre por darle
misterio y por si alguien de allí se molesta. El wifi va fatal y no hay tiendas
de chinos, pero yo me lo paso igual o mejor que en casa porque tampoco hay
tráfico, ni está doña Sole, la de mates.
Cuando
llegué, fui primero al Chopo del Muerto. Lo llaman así, en plan, porque un día
encontraron un muerto tumbado en lo más alto. Yo me lo creí hasta los
siete más o menos, ahora ya ni de coña. Solo había tres o cuatro de los de la
pandilla, pero no estaba Vero.
Vivíamos
en casa de mis abuelos. Empecé las vacaciones regular porque en la primera
excursión por la Ruta de los Cagaos, el gordo Elías se cruzó por delante de mi
bici y me lanzó a un lado. Me clavé una astilla en la pierna y me tuvieron que
llevar entre todos al pueblo. A mi abuela casi le da un perreque al verme, como
dicen allí. En el centro de Salud me curaron y el médico me dijo que era muy
valiente y me dio dos piruletas, en plan, como si en vez de doce tuviera seis
años.
Cuando
mis padres me dejaron salir, era el héroe de la pandilla y hasta Vero me miraba
de otra manera. Yo les dije que me había visto el hueso, pero algunos se rieron
porque en la pantorrilla no hay hueso, decían. El que más se reía era el gordo
Elías, que tenía la culpa de todo. Era mi hueso y lo había visto con mis
propios ojos, punto. Creo que Vero, que era la más guapa de la pandilla, no sé
si ya lo he dicho, sí me creyó.
Salíamos
de marcha, lo que era ir de paseo y pipas, jugar al fútbol contra los del
pueblo y robar fruta de noche, en plan, lo de siempre. Además, ya casi no tenía
aquel dolor de cabeza que me dejaba medio atontado.
Al final del veraneo se hacía la
verbena de San Bartolomé, el patrón. Mi prima me había dicho que Vero estaba
por mí, pero yo no sabía qué hacer ni qué decirle, solo tengo doce años. Antes
de los fuegos hacíamos una fiesta de la pandilla en el río. Vero me había
mirado toda la tarde de forma extraña. Ya de noche, me cogió de la mano y me
llevó fuera del grupo. Ella tenía casi catorce. Me dijo que le gustaba y a mí
me empezaron a temblar las piernas. Aun así, me acerqué tanto a ella que no
tuvo más remedio que darme el primer beso, yo le di el segundo y ya perdí la
cuenta. Del temblor pasé a un cosquilleo muy agradable ahí abajo que me gustaba
mucho. Yo no sabía cómo seguir y de repente, en plan, ella cogió mi mano y la
llevó a algo duro y redondo que yo nunca había tocado. Estaba a punto de
explotar cuando sonó la voz del gordo Elías. «Vamos, que empiezan los cohetes». Maldije a ese gordo más que cuando casi
me tiró al río. Me hubiera gustado matarlo allí mismo, pero luego pensé que,
aunque yo no iría a la cárcel, por ser un niño, mi abuela y mis padres cogerían
un buen berrinche. De todas formas, en plan, lo más seguro era que en Navidad
el gordo Elías ya hubiera reventado de un atracón y no lo volvería a ver.
El
día de mi cumpleaños mis padres me dijeron que iban al pueblo grande a hacer
algo de unas tierras, para no tener que llevarme, creo. Allí se iba al notario,
al Mercadona o al médico o sea que iban los mayores a hacer cosas de mayores.
Cuando volvieron no me contaron nada, aunque eso era lo normal, pero yo los
veía muy preocupados. Cuando les pregunté me dijeron que era porque iba a haber
una gran tormenta esa tarde y que mejor suspendíamos mi fiesta de cumpleaños.
Mi detector de mentiras, en plan, empezó a sonar con fuerza. Pi-pi-pi-pi. Me
hacía mucha ilusión la fiesta, a la que iría Vero, por supuesto. Les dije que
ya era mayor y que había visto muchas tormentas y no me daban miedo. «Esta sí nos va a dar mucho miedo a
todos», dijo mi padre. Mi madre lo miró con
aquella mirada que lo hacía volverse muy pequeño.
Ese fue el peor cumple de mi vida
porque tampoco me dejaron salir. Por la noche me dijeron que íbamos a adelantar
la vuelta. Los análisis que me habían hecho en el hospital se habían perdido y
tenían que repetirlos. El detector parecía que iba a estallar y mi cabreo
también porque me estaban tratando como a un niño de seis años, en plan, igual
que el médico. Incluso me volvió aquel dolor de cabeza que ya tenía casi
olvidado.
Al día siguiente, mientras cargaban
el coche, me dejaron ir un momento al Chopo del Muerto a despedirme, pero no
había nadie. Por primera vez en mi vida me sentí solo y pensé en que quería
volver en Navidad y ver a Vero e incluso al gordo Elías. Y en que no fuera,
como dije al principio, mi último verano.
Artículo de Ted Olson, Professor
of Appalachian Studies and Bluegrass, Old-Time and Roots Music Studies, East
Tennessee State University. Publicado en la revista digital The Conversation.
A principios de 1824, 30 miembros de la comunidad musical de Viena
enviaron una carta a Ludwig van Beethoven solicitando al gran compositor que reconsiderara sus planes de estrenar su última
sinfonía en Berlín y, en su lugar, lo hiciera en Viena.
Beethoven vivía en Viena desde 1792, cuando abandonó su ciudad
natal de Bonn (Alemania) para dedicarse a la composición. Pese a que había
alcanzado fama mundial, en la década de 1820 su estrella no brillaba tanto:
había caído en desgracia entre los mecenas vieneses, que en aquella época se
sentían atraídos por los sonidos y estilos de los compositores italianos.
Beethoven no
aparecía ante el público vienés desde hacía doce años, pero se sintió conmovido
por el sentimiento de la carta y aceptó estrenar su nueva obra, la Sinfonía nº 9 en re menor,
en la ciudad. El estreno tuvo lugar el 7 de mayo de 1824, en el teatro Kärntnertor.
Los promotores del concierto prometieron al público que el
legendario –y legendariamente antisocial– compositor estaría presente en la
interpretación de su última sinfonía. De hecho, durante toda la representación
estuvo en el escenario, de espaldas al público, según describe Maynard Solomon
en su aclamada biografía de Beethoven.
El compositor insistió en dirigir la sinfonía desde un atril. El director oficial
del concierto, Michael Umlauf, había dado instrucciones a los músicos –una
orquesta y un coro vieneses– para que ignoraran a Beethoven, que era
completamente sordo y con quien teóricamente no se podía contar para llevar el
compás.
La interpretación fue interrumpida varias
veces por los aplausos de los aproximadamente 2 000 asistentes, pero
Beethoven no pudo oír la reacción. Según testigos presenciales, el compositor “se lanzó de un lado a otro como un loco” y se retrasó varios compases en su
“dirección”.
La entusiasta respuesta al estreno de la
sinfonía presagió su acogida en la comunidad musical europea, a nivel mundial y
a lo largo del tiempo.
Atractivo mundial
La Sinfonía
nº 9, a veces denominada la Sinfonía Coral, fue el broche de oro de la
extraordinaria carrera de Beethoven. En los 200 años transcurridos desde su
estreno, se ha convertido en una composición esencial del repertorio orquestal
y a menudo se la cita como el mayor logro de la música clásica
occidental.
Uno de los principales motivos por los que
la sinfonía llegó a un público tan amplio fue la incorporación por parte de
Beethoven del poema de 1785 “An die Freude”, u “Oda a la alegría”, de Friedrich Schiller, destacado escritor,
historiador y filósofo alemán. Combinado con una melodía memorable en el cuarto
movimiento, este texto, con su sentimiento edificante y humanitario, contribuyó
a que la sinfonía se considerase un himno.
Ampliamente interpretado como el alegato de Beethoven a favor de una “hermandad global”,
el cuarto movimiento se ha incorporado a actos ceremoniales patrocinados por
organizaciones internacionales como la UNESCO, los Juegos Olímpicos, el Consejo
de Europa y la Unión Europea. Dada la fama de la obra, la sección “Oda
a la Alegría” de la sinfonía también ha sido utilizada con fines propagandísticos por partidarios del nazismo, el
bolchevismo, el maoísmo y otras ideologías.
Composición innovadora
La Sinfonía
nº 9 es extraordinaria en muchos sentidos, según Teddy Abrams, director musical de la Orquesta de
Louisville (Kentucky, Estados Unidos) y ganador de un Grammy.
Por
un lado, aunque no fue la primera obra musical larga de la época, las demás se
construían generalmente encadenando muchas secuencias más cortas. En cambio,
Beethoven creó la Novena sinfonía –de 74 minutos– a partir de
sólo cuatro movimientos largos. “Las proporciones son asombrosas”, afirma
Abrams.
Cada
uno de los cuatro movimientos de la Novena es una única
declaración musical cohesiva y coherente. Esto, más que la innovación de
utilizar un coro en una sinfonía, fue lo que la hizo revolucionaria, según
Abrams.
Al principio del último movimiento,
Beethoven retoma elementos de los tres anteriores. Esta “cita” era una técnica muy inusual en la época, según
Abrams. “De estos ‘recuerdos’ musicales surge el tema intemporal de la ‘Oda a
la Alegría’”, afirma.
Energía e impulso
La
sinfonía ha influido en artistas de todo el espectro cultural, incluidos
miembros de varios géneros musicales modernos y vanguardistas. El compositor
británico Gabriel Prokofiev, nieto del famoso compositor ruso Sergei
Prokofiev, recibió en 2011 el encargo de una orquesta francesa de crear una
nueva obra, Beethoven9 Symphonic Remix, que interpretaba la sinfonía a través de
una fusión de música clásica y electrónica.
“Muchas de las técnicas y enfoques que
utilizaba Beethoven, en particular sus finales culminantes y sus codas y el
dramatismo y la sensación de energía y empuje que tenía, los encontramos en
todas partes, especialmente en la música de baile y la música electrónica”.
Durante
más de un siglo, la Sinfonía nº 9 ha desempeñado un papel icónico
dentro de la industria discográfica. Dada la continua popularidad de la obra de
Beethoven, desde 1923 las compañías han intentado lanzar grabaciones
comerciales de la misma. Sin embargo, en los primeros discos no cabía toda la
sinfonía.
Entonces,
hacia 1980, dos compañías discográficas –Sony y Philips– negociaron la duración
del nuevo formato de disco compacto digital en algo más de 74 minutos por CD.
Según Joop Sinjou, un ingeniero de Philips que desempeñó un papel clave en el
desarrollo de la tecnología, el presidente de Sony, Akiyo Morita, y su esposa
insistieron en que el nuevo formato fuera diseñado para que cupiera la Sinfonía
nº 9 completa.
Sin
embargo, existen variaciones de la historia, por lo que no es seguro que la decisión
de las empresas de fabricar CD capaces de contener más de una hora de música
fuera específicamente para dar cabida a la Novena de
Beethoven.
La sinfonía de la buena voluntad
El cuarto movimiento de la sinfonía
contiene un mensaje de paz que tiene especial resonancia en el siglo XXI. En
una sección de ese movimiento, Beethoven incorporó una marcha turca en la que aparecen dos instrumentos
asociados con Turquía: el platillo y el bombo. Según Prokofiev, en la época de
Beethoven los europeos discriminaban a los otomanos.
En
2006, la Sinfonía nº 9 de Beethoven fue interpretada por la
West-Eastern Divan Orchestra, un conjunto formado por jóvenes músicos israelíes
y árabes. La actuación formaba parte de una campaña a favor de una resolución
pacífica del conflicto de Oriente Próximo.
Millones de personas han visto en
YouTube vídeos deesta interpretación. La aspiración de la sinfonía de “buena
voluntad” de Beethoven sigue inspirando la visión de una humanidad unida.
La “Oda a la alegría” es el himno oficial
de la Unión Europea, y ya que el día 9
de mayo se celebra el día de Europa, desde el Blog de Amaduma os mandamos un enlace
con un fragmento de la película de 2006 “Copying Beethoven”, donde se
interpreta esta obra.
“Un hombre que no arriesga nada por sus
ideas, o no valen nada sus ideas, o no vale nada el hombre”
(Platón;
filósofo griego; Atenas 427 a.C. - 347 a.C.; discípulo de Sócrates y maestro de
Aristóteles; fundador de la Academia de Atenas dedicada especialmente a la
filosofía, la retórica, la medicina, la astronomía y las matemáticas).